La formación empresarial tradicional está a punto de desaparecer. La formación presencial está bajo mínimos, ¿no se han dado cuenta?. ¿Qué decir de la formación online? Cada día es más complicado conseguir la participación prevista.
La gente no está en su mesa esperando que les digamos qué tienen que hacer y cómo han de trabajar. Ahora son ellos quienes intercambian de forma activa su propio conocimiento, el más real y aplicado.
La formación ya no parte de la dirección, ni de recursos humanos, ni de las consultoras, sencillamente se comparte. Estamos creando plataformas en las que se pregunta, se responde y se comparte el conocimiento. Porque el único conocimiento útil, (y aquí cito a Punset), es el que se genera cuando los cerebros trabajan en conexión.
Los catálogos de formación son una fórmula en desuso, porque el largo plazo se ha diluido. La repetición de acciones formativas se ha convertido en una banalización absurda. El empleado aborda nuevos retos casi cada semana, y quiere un aprendizaje ad hoc.
El tiempo es oro, cuando alguien se levanta de su puesto de trabajo, lo hace porque quiere un punto de apoyo o de inspiración. Defraudarle es peligroso, puede que la próxima vez no acuda a la invitación.
Ya no hay formaciones caras, ni tampoco baratas, la formación es cost-effective. Proporciona un retorno valioso: permite resolver situaciones complejas y aporta claves que de forma progresiva y casi imperceptible hacen a las personas más talentosas y a la empresa más competitiva.
La formación empresarial tradicional está a punto de desaparecer. La formación presencial está bajo mínimos, ¿no se han dado cuenta?. ¿Qué decir de la formación online? Cada día es más complicado conseguir la participación prevista. La gente no está en su mesa esperando que les digamos qué tienen que hacer y cómo han de trabajar. Ahora son ellos quienes intercambian de forma activa su propio conocimiento, el más real y aplicado.
La formación ya no parte de la dirección, ni de recursos humanos, ni de las consultoras, sencillamente se comparte. Estamos creando plataformas en las que se pregunta, se responde y se comparte el conocimiento. Porque el único conocimiento útil, (y aquí cito a Punset), es el que se genera cuando los cerebros entran en conexión.
Los catálogos de formación son una fórmula en desuso, porque el largo plazo se ha diluido. La repetición de acciones formativas se ha convertido en una banalización absurda. El empleado aborda nuevos retos casi cada semana, y quiere espacios de aprendizaje ad hoc.
El tiempo es oro, cuando alguien se levanta de su puesto de trabajo, lo hace porque quiere un punto de apoyo o de inspiración. Defraudarle es peligroso, puede que la próxima vez no acuda a la invitación.
Ya no hay formaciones caras, ni tampoco baratas, la formación es cost-effective. Proporciona un retorno valioso: permite resolver situaciones complejas y aporta claves que de forma progresiva y casi imperceptible hacen a las personas más talentosas y a la empresa más competitiva.
No se estudia, se descubre. Los rosarios de diapositivas y la formación online a base de pantallas y pantallas, y preguntas multi-opción, han pasado el testigo a la gamificación y el aprendizaje experiencial. Fórmulas que enganchan y multiplican exponencialmente el número de participantes.
Formación y comunicación interna pronto dejarán de ser dos funciones separadas, ¿dónde está límite entre ambas? El conocimiento es información aplicada. Si se alinean las estrategias de ambos, y se comparten canales y medios, el empleado obtendrá un servicio más efectivo y una información más consistente.
Ahí está el reto. ¿Te apuntas?
Noemi Galindo