Conversaciones cruciales. El arte de lo genuino

Yo tuve la fortuna de crecer en una familia en la que hablábamos con calma incluso cuando nos enfadábamos. Nos transmitieron que para convivir había que buscar el momento oportuno para decirse algunas cosas y escoger bien las palabras. Cuando nos queríamos decir cosas bonitas, lo hacíamos con sencillez y solo si tocaba.

Cuando salí del nido y empecé a trabajar me encontré un poco de todo. En mi primer trabajo tuve un jefe que no me hablaba. En un par de años apenas me habló, salvo en un par de ocasiones y para regañarme. Una por reírme mientras trabajaba, otra por llegar tarde. Me mandaba trabajos a través de terceras personas para su asombro y el mío. Ahora me hace mucha gracia. Si me pilla hoy, no “se va de rositas”. El tiempo es un buen entrenador.

Más adelante tuve el privilegio de trabajar con un gran comunicador. El polo opuesto al anterior. Un gran conferenciante y formador. Con el tiempo me di cuenta de que algunas de sus frases inspiradoras podían tener un doble significado. Así que cuando nos decía “aquí tenéis la gran oportunidad de desarrollaros profesionalmente”, quería decir que había que echar más horas que el reloj. Había que aprender a leerle entre líneas. Aunque cueste creerlo, prefería el estilo del jefe anterior. Con aquel tenías claro lo que había, era duro pero transparente, te podía gustar más o menos, pero sabías dónde pisabas.

Cuento esto como ejemplo. No quiero que suene a drama, no me produjo ningún trauma. Al contrario, me enseñó a defenderme y a decidir con quien y como quería trabajar. Me hizo pensar y aprender mucho sobre la forma en la que nos comunicamos y lo que sucede en esas que llamamos conversaciones cruciales.

Es curioso asistir a una de esas reuniones donde todos intervienen y se escuchan sin interrumpirse; se hilan diferentes argumentos y opiniones y parece que se está tejiendo algo nuevo y útil. La sorpresa viene cuando los acuerdos no se cumplen y los compromisos se quedan en palabras. Te das cuenta de que has presenciado una pantomima interpretada por artistas del diálogo.

Lo que quiero transmitir con todo esto es que no basta dominar la comunicación para que una conversación tenga éxito, es preciso además un interés genuino. Me refiero a una intención sincera, a una apertura auténtica, no impostada, fundada en la creencia de que el otro también tiene cosas importantes que decir. Una actitud humilde que asume que quienes nos rodean pueden sumar mucho. Y me atrevería a añadir que implica cierta valentía para hablar con verdad, sin temor a expresar lo que necesitamos, lo que podemos y no podemos o no queremos hacer.


Noemi Galindo Vallejo 

Senior Manager

Eka